Escolopendra / Ruralísimo

Uno de los animales más peligrosos de España: La escolopendra

Un ciempiés temido por su veneno, común en el Mediterráneo y cuya picadura puede causar dolor intenso

La escolopendra es uno de los ciempiés más temidos por su aspecto intimidante y por los efectos dolorosos de su mordedura. Aunque no representa un peligro mortal para la mayoría de las personas, lo cierto es que este animal despierta recelo cada vez que aparece en jardines, casas o entornos rurales. Su veneno puede provocar reacciones muy molestas y, en algunos casos, complicaciones serias en personas alérgicas o con especial sensibilidad. Conocerla mejor, saber dónde habita y qué hacer en caso de encontrarse con ella es fundamental para evitar sustos innecesarios.

La escolopendra, conocida científicamente como Scolopendra cingulata, es un ciempiés de gran tamaño que en la Península Ibérica suele medir entre diez y quince centímetros, aunque en regiones tropicales existen especies que pueden alcanzar los veinte o incluso más. Su cuerpo alargado y segmentado, acompañado de un color marrón verdoso o amarillento, la convierte en un animal inconfundible. A primera vista llama la atención por la velocidad con la que se desplaza y por sus patas largas y fuertes, perfectamente adaptadas a la caza nocturna. En la parte frontal posee unas pinzas venenosas llamadas forcipulas, con las que inmoviliza a sus presas e inyecta su veneno. Pese a su aspecto intimidante, la escolopendra cumple un papel importante en la naturaleza, ya que regula poblaciones de insectos y pequeños animales que, de otro modo, podrían convertirse en plagas.


Un habitante común en el Mediterráneo

En cuanto a su distribución, la escolopendra está presente en diversas regiones del planeta. En Europa es muy común en el área mediterránea y, en particular, en la Península Ibérica. Prefiere los ambientes secos y cálidos, aunque también se esconde en lugares húmedos y oscuros donde pueda protegerse durante el día. Es habitual encontrarla bajo piedras, troncos o restos de madera en el campo, pero también aparece en entornos urbanos como jardines, sótanos o garajes, especialmente en épocas de calor.

En Andalucía, Levante y las Islas Baleares se observa con más frecuencia, aunque también puede hallarse en zonas rurales de Castilla-La Mancha, Extremadura o el centro peninsular. Su carácter nocturno hace que pase inadvertida durante el día, pero al caer la noche sale de su escondite en busca de alimento.


Un mordisco que provoca intenso dolor

El principal temor que despierta la escolopendra está relacionado con su mordedura. No ataca a los humanos de forma intencionada, pero si se siente amenazada o es manipulada puede reaccionar en defensa propia. Su veneno contiene toxinas que afectan a los nervios y a los tejidos, generando un dolor muy intenso acompañado de inflamación y enrojecimiento.

En algunos casos aparecen ampollas y malestar general, que pueden ir desde un dolor de cabeza hasta fiebre ligera. En personas con alergia a las picaduras de insectos o con especial sensibilidad, la reacción puede ser más grave, con mareos, náuseas, dificultad para respirar e incluso cuadros alérgicos severos. A pesar de ello, los especialistas coinciden en que la picadura de la escolopendra rara vez es mortal, aunque siempre conviene ser precavido.

Ante una mordedura, lo más recomendable es mantener la calma y actuar con rapidez. Es importante limpiar la herida con agua y jabón para reducir el riesgo de infección. La aplicación de frío local ayuda a disminuir el dolor y la inflamación, mientras que evitar rascar o presionar la zona previene complicaciones. Si los síntomas son intensos, se puede recurrir a analgésicos o antihistamínicos siempre bajo supervisión médica. Acudir a un centro de salud es fundamental si el dolor persiste, si aparecen dificultades respiratorias o si la persona afectada tiene antecedentes de alergias graves. En países tropicales, donde existen especies de escolopendras de mayor tamaño y con venenos más potentes, la atención médica debe ser inmediata.

Frank de la Jungla con una escolopendra / Ruralísimo

Prevenir encuentros y aprender a convivir

Más allá del riesgo, lo cierto es que convivimos con la escolopendra desde hace siglos y existen medidas sencillas para reducir los encuentros con este animal. Mantener los jardines y patios limpios, evitar acumulaciones de escombros o montones de madera y sellar rendijas en casas y garajes son acciones preventivas efectivas. Sacudir la ropa, el calzado y las toallas que hayan estado en el suelo o al aire libre es otra precaución básica, así como el uso de guantes cuando se manipulan piedras, troncos o restos vegetales en zonas rurales.

La escolopendra es un animal tan fascinante como temido. Su aspecto imponente y la intensidad de su mordedura generan respeto, pero no debe olvidarse que cumple un papel esencial en el equilibrio natural al controlar insectos y pequeños vertebrados. Más que considerarla un enemigo, es conveniente aprender a convivir con ella y actuar con prudencia cuando aparece. Saber dónde se encuentra, conocer los síntomas de su picadura y aplicar las medidas de prevención adecuadas nos permitirá evitar riesgos innecesarios y, al mismo tiempo, apreciar la importancia de una criatura que forma parte de nuestro ecosistema.

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